lunes, 25 de abril de 2011

En lugar de titulo dire que Cambiar el discurso: visión objetiva

Mas noticias en http://noti.mx ...Este blog si es bien chipocles fijate que Amigos de Coparmex:
En México prevalece un debate polarizado entre quienes defienden una visión optimista de la
realidad nacional y aquellos que contraponen una percepción totalmente opuesta. Ambas
posiciones, cuando caen en los extremos, coinciden en la falta de objetividad.
Los mexicanos enfrentamos retos mayúsculos, como la inseguridad pública, la corrupción, la
impunidad, la pérdida de competitividad, el crecimiento económico insuficiente, la persistente
pobreza de millones y la irresponsabilidad, confrontación y parálisis que privan en nuestro sistema
político. Para resolver cualquier problema, lo primero es aceptarlo y tener un diagnóstico claro.
Evadir la discusión de estos desafíos no contribuye a resolverlos e inclusive puede agudizarlos, al
aplazar las decisiones y soluciones que urgen.
El polo opuesto es igualmente contraproducente. Ver todo con un aura de negatividad –fuera de
proporciones– genera una visión distorsionada, que opaca la gran variedad de opciones y matices
presentes en una realidad tan compleja como la nuestra.
La realidad no cae en un extremo ni en el otro.
México no es un Estado fallido y en decadencia social, económica y política, como se empeñan en
resaltar y exagerar algunos políticos y analistas, de buena o mala fe. Tampoco tiene un porvenir
asegurado como superpotencia internacional, con justicia y prosperidad para todos. Para eso,
todavía hay que trabajar mucho y construir una visión de país compartida, que nos una en torno a
nuestras coincidencias y nos dé rumbo fijo.
La confrontación de posiciones intolerantes, sesgadas y que suelen recurrir a la manipulación de
argumentos y cifras, sólo nos llevará a un escenario de mayor confrontación, confusión y
estancamiento. La nación no lo merece, ni puede tolerarlo. Por encima de todas las diferencias,
todos tenemos un proyecto común, que es México.
La desunión no contribuye a superar el desafío de la delincuencia; al contrario. Tampoco ayuda
concretar en este tema el discurso y el debate político y social, como si fuera el único de interés para
los mexicanos. Una agenda pública monotemática en torno a la inseguridad pública propaga una
imagen desproporcionada de la situación nacional.
Brasil se ha hecho de una percepción altamente positiva a nivel global y entre su población resaltan
éxitos como el de su industria petrolera, que nosotros podríamos replicar e inclusive superar si nos
decidimos a romper con mitos e inercias que mantienen a nuestro sector de hidrocarburos como uno
de los más cerrados del mundo. México, en cambio, figura a nivel internacional preponderantemente
como una nación que sufre por la violencia, cuando los brasileños tienen una tasa de muertes
violentas bastante más elevada que la nuestra.
En México se cometen aproximadamente 15 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes. En
Brasil, la cifra asciende a 25 por 100 mil y en Colombia a 37 por 100 mil.
Una visión objetiva no puede menoscabar hechos como el hallazgo de 156 fosas clandestinas con
casi 650 cuerpos en los últimos cinco años; tampoco las ciudades y regiones donde la
gobernabilidad está profundamente vulnerada, con autoridades impotentes o ausentes. No obstante,
no podemos pasar por alto la trascendencia del combate frontal que se está dando al crimen
organizado, después de décadas de relegar el problema.
Con el agravante de la crisis económica de 2008-2009, el número de mexicanos en pobreza es de
53 millones. Esta es una realidad que lastima, pero no debemos menospreciar avances como los
revelados en el Censo de Población y Vivienda del INEGI 2010: reducción de la tasa de mortalidad y
más mexicanos que nunca con acceso a servicios y bienes de salud, vivienda, educación,
telecomunicaciones, enseres domésticos y transporte.
De acuerdo con este Censo, en la última década, la cifra de quienes perciben más de tres salarios
mínimos pasó de 25 a 37 por ciento y la de quienes ganan hasta dos disminuyó de 42 a 31 por
ciento.
En contraparte, hay que ponderar que el porcentaje de los que obtienen más del equivalente actual
de 8 mil pesos mensuales cayó 3% y que el poder adquisitivo real de la población de menores
ingresos está por debajo del mediano de los 70 ́s. Esta es la razón profunda del lento avance del
mercado interno.
Un juicio objetivo debe tomar en cuenta el deterioro provocado por las políticas económicas
irresponsables de los años 70 y 80, de cuyos efectos aún estamos recuperándonos, y el acierto de la
disciplina fiscal y monetaria de los últimos gobiernos, llevado a cabo con un gran sacrificio de la
población que hoy rinde frutos. Además, tiene que reconocer que la estabilidad macroeconómica no
es suficiente.
La superación de la pobreza de millones de mexicanos, no va a lograrse con un optimismo o un
pesimismo desproporcionados, que se prestan a la manipulación político-electoral, sino con
crecimiento económico sostenido e incluyente.
Somos una de las naciones que han mostrado una mayor capacidad de reactivación tras la crisis de
2008 y 2009. Los organismos multilaterales han elevado su proyección de crecimiento para México
en 2011, por encima de 4.5 por ciento. Sin embargo, no hay cambio en la perspectiva de largo plazo.
En los últimos 20 años, el crecimiento anual promedio fue de 2.8 por ciento. Para asegurar un
desempeño como el que necesitamos–de 7% anual– hay que hacer reformas estructurales legales,
institucionales y de actitud que pasan por nuestro sistema político.
Los ciudadanos debemos rechazar las visiones derrotistas o triunfalistas que confunden y dividen a
la población por intereses ajenos al bien común. Lo que procede es demandar una madurez
republicana de todas las partes: un diagnóstico objetivo y compromisos con las soluciones que sólo
están esperando la voluntad política, que hasta ahora ha faltado.
Quienes tienen cargos de representación popular, están obligados constitucionalmente a responder
a las necesidades de los ciudadanos aquí y ahora, antes de atender a aspiraciones políticas
individuales y partidistas. Que lo tengan presente quienes vuelven de vacaciones para cubrir la
última semana del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión.
Esta es la exigencia de los empresarios de Coparmex, que hacemos en congruencia con nuestros
principios y valores.
Tomemos esta fase compleja de nuestra historia como un reto que demanda unión,
corresponsabilidad, altura de miras y participación ciudadana. En la medida que lo hagamos, será la
antesala de una nueva era de renovación moral e institucional, reconciliación social, confianza en el
porvenir, expansión económica, consolidación democrática, justicia y equidad social.
Es tiempo de que los mexicanos tengamos un optimismo realista sobre el futuro. Está en nuestras
manos.
Un saludo afectuoso.

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