En aquellos días, Moisés hizo todo lo que el Señor le había ordenado. El día primero del primer mes del año segundo, se construyó el santuario. Moisés lo construyó: colocó los pedestales y los tableros, puso los travesaños y levantó las columnas. Después desplegó la tienda por encima del santuario y sobre ella puso, además, un toldo, como el Señor se lo había ordenado.
Colocó las tablas de la alianza en el arca; puso debajo de ella los travesaños y por encima la cubrió con el propiciatorio. Llevó entonces el arca al santuario y colgó delante de ella un velo para ocultarla, como el Señor se lo había ordenado.
Entonces la nube cubrió la tienda de la reunión y la gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no podía entrar en la tienda de la reunión, pues la nube se había posado sobre ella y la gloria del Señor llenaba el santuario.
Y en todas las etapas, cuando la nube se quitaba de encima del santuario, los hijos de Israel levantaban el campamento, y cuando la nube no se quitaba, se quedaban en el mismo sitio. Durante el día la nube del Señor se posaba sobre el santuario y durante la noche había un fuego que podían ver todos los israelitas desde sus tiendas.
+ Meditatio
Nuestro Dios, como nos lo muestra este pasaje, no es un Dios lejano, sino un Dios cercano que acompaña a su pueblo. Es también un Dios que, conociendo la naturaleza humana, siempre necesitada de signos, se relaciona con su pueblo mediante signos, por lo que la Liturgia es importante para el pueblo.
El santuario y el templo se constituyen en el lugar PRIVILEGIADO para el encuentro con Dios. Sabemos que Dios es omnipresente (que está en todas partes), sin embargo, es en el templo y a través de la liturgia como se hace presente de una manera especial en la vida del pueblo. Podríamos decir que es una manera de confirmar sensiblemente su presencia entre nosotros.
En tiempos de Moisés la presencia del Señor se realizaba por medio de una nube que cubría el santuario, hoy su presencia se realiza de modo más perfecto y sensible a través de la Eucaristía. Por ello, Dios está presente en todos los Sagrarios del mundo. Está esperando para llenarnos con su gloria, para platicar con nosotros, para consolarnos y para darnos fuerza para continuar nuestro camino hasta llegar a la Tierra prometida, es decir, hasta el cielo.
Tómate algunos minutos cada vez que puedas para detenerte en una Iglesia y visita el santuario, el lugar en donde Jesús sacramentado te está esperando para llenarte de su amor.
+ Oratio
Señor Jesús, los profetas te anunciaron como el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, y tú nos lo confirmas en tu palabra cuando dices que estarás con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos. Sin embargo, soy yo quien no me acerco, desaprovechando esta maravillosa oportunidad de estar en ti. Por esto te pido perdón; desde hoy te abro las puertas de mi corazón para hacer vida tus promesas en mí.
+ Operatio
Si no acostumbro ir al Sagrario, haré el propósito de ir, al menos una vez a la semana, y me dejaré llenar de la amorosa presencia de Dios.
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El Evangelio de hoy
Mateo 13, 47-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí". Entonces él les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas".
Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
+ Reflexión
Jesús termina esta sección de parábolas recordándonos lo importante de vivir de acuerdo con lo que él mismo nos ha ido instruyendo, pues si bien es cierto que no sabemos cuándo llegará el final del tiempo para toda la humanidad, sabemos con certeza que éste llega para cada uno de nosotros el día en que el Señor nos llama. En ese día no habrá excusas, sino resultados; separará a los que vivieron de acuerdo con los valores del Evangelio de aquellos que se negaron, que rechazaron la vida evangélica.
Cada día es una nueva oportunidad que Dios nos da para amar, para perdonar, para servir a los demás, para hacer de nuestra vida un instrumento de su gracia y sobre todo para dejar que su amor y su infinita misericordia nos inunden y transformen.
El único día que tenemos es el de hoy; ayer ya pasó y el mañana aún está en las manos de Dios; vivamos el hoy con entusiasmo y apertura al Espíritu Santo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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